Facilitador: Dr. José Peña
Autora: Ana Magdalena López Moreno Julio, 2016
Hay colores cuyo solo nombre evoca un modo singular y radical de ver y sentir el mundo. El color verde nace de la mezcla de dos colores primarios: amarillo y azul. Psicológicamente es el símbolo de la vida en un sentido amplio, es decir, no solo en lo que se refiere al ser humano, sino también a todo lo que crece y se desarrolla. Identifica a la fertilidad y al amor, además transmite lo fresco, lo sano, lo saludable, lo abundante y esplendoroso. Sin embargo de manera irónica en una pradera rodeada por una cordillera extremadamente hermosa, Antioquia, quien identifica un momento crucial en la historia de Colombia: momentos de violencia en la búsqueda de las transformaciones económicas, sociales y políticas.
El momento de esplendor cultural en el que el hombre, olvidando los auspicios de los principios humanistas, se reconoce capaz de intervenir en la naturaleza, acomodar el mundo a sus necesidades y forjar su propio destino individual. Un momento en el que, a raíz de ese impulso renovador, las fuerzas sociales y políticas definen una nueva organización de la escala social y del mapa político y religioso de esa comunidad. Alrededor de sesenta y ocho años, arbitrariamente demarcados, fue el epicentro del renacer de una cultura enlazada a la guerra entre la guerrilla y las fuerzas militares. Pero los grandes logros sociales inspirados en un pensamiento que recuperaba la razón humana como motor de decisión no se verificaron en un orden armónico, sino en medio de grandes convulsiones entre protagonistas que dirimieron sus diferencias a ras de la tierra. Incluso, la educación, y los asuntos sociales y políticos entre los actores reclaman su papel director en el nuevo orden civilizador.
En este propósito la escuela fue un referente modélico de su tiempo. Su modalidad absorbió y asumió, no sin tormento, todas las aspiraciones y contradicciones de los actores de ese momento. Consciente de su individualidad y de su papel en La Pradera, la maestra contribuyó con su actitud y su talento a sacar las potencialidades pictóricas en cada uno de sus niños y niñas elevando su valoración social por encima de la vulgaridad y violencia que allí se vivía. La portentosa lucha que la escuela libró constituye uno de los pasajes históricos más singulares de la historia de la Educación Campesina y Rural en Colombia. Su apasionada búsqueda en atender a sus estudiantes con heterogeneidad de edades define y adopta en 1990 la metodología Escuela Nueva, específicamente en las escuelas rurales de Colombia con el fin de mejorarlas tanto cualitativamente como cuantitativamente y así se enfrentó al poder y a las contradicciones de su propio espíritu, formal, no formal, e informal.
No en vano, la maestra y la escuela, en ese arrebato que guía sus pasos, se enfrentan a la materia inerte y a golpes intenta llegar al alma de la piedra para desnudar su eterna belleza. No en vano, busca casi con desesperación atrapar el movimiento, capturar el instante con el trazo de su pincel mientras pinta el valor del maravilloso color verde en la pared de la Escuela Rural La Pradera con sus estudiantes. No en vano, ella, que desea elevarse ante Dios a través de la belleza del mural, le cuestionan su arte y provoca la furia de los poderosos, precisamente la de aquellos que patrocinan la violencia, lo que da pie al éxodo. Las familias abandonan la comunidad, arrancando el derecho de los niños y niñas a su educación. La escuela queda sola y sin sentido de vivir. Sin embargo, el Congreso de la República de Colombia para el año 1994 decreta como fines de la educación la formación en el respeto a la vida y a los demás derechos humanos, a la paz, a los principios democráticos, de convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad y equidad, así como en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad y considera que la sociedad debe fomentar, proteger y defender la educación como patrimonio social y cultural de toda la Nación.
En este sentido Colombia propicia la seguridad educativa en las zonas más vulnerables y se dijo: el valor del color verde de la montaña me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha subido sobre los hombros gigantescos de mis montañas para que mis niños y niñas vivan su ingenuidad lo más fresca posible entre amigos, sin detener la marcha de la libertad que desde 1948 estamos enfrentando. Hoy año 2016 nos encontramos en un proceso de paz con justicia social mediante los diálogos entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias para terminar el conflicto con los grupos insurgentes.
A pesar de todas las locuras de la miseria humana mis niños y niñas siguen soñando, por lo que el color verde brilla, según su valor, cada día con más intensidad y muy suavemente trepa hacia el cielo y arrebata la violencia de un espíritu desconocido para mí y estando en la cima de la montaña, la Escuela Nueva llega como impulsada por el genio que me anima y me hace florecer. Retiro mis pies del abismo en el que me encontraba y casi muero, pero sentí un abrazo diferente y desconocido. Era mi sistema educativo el que me abrazaba.
Los Colores de la Montaña es una película de género dramático que fue estrenada en el año 2010; tiene una duración de 88 minutos. Está basada en la vida real de Colombia. Su director y guionista fue Carlos Cesar Arbeláez. Producida por Co-producción Colombia Panamá; El Bus producciones.
REFERENTES
Arbeláez, C. (2010). Los Colores de la Montaña. Colombia: Co-producción Colombia Panamá; El Bus producciones.
Congreso de República de Colombia (1994). Ley General de Educación. Ley 115.
Corte Constitucional (1991). Constitución Política de Colombia Actualizada con los Actos Legislativos 2015.
Presidente de la República de Colombia (1990). La Metodología Escuela Nueva.Decreto Numero 1490: Diario Oficial Número 39461.
https://www.youtube.com/watch?v=A-FQEuscMKE
Ana Magdalena López Moreno 